25 abril 2015

Microrrelatos

Después del empacho de la celebración del Día del Libro la mente y la vista se me han quedado un poco resacosas. Abría el facebook y todo eran fotos de libros (niños con libros, animales leyendo, famosos en plan intelectual, librerías super cuquis, bibliotecas de diseño...). En la tele los escritores de moda firmando sus libros y en la radio recomendaciones de los radioyentes. Ante tanta información mi mente está estresada pensado todo lo que pronto me gustaría leer y lo lejos que aún queda el verano. Tengo esparcidos por la casa  papelitos con títulos de libros que tengo que buscar en la biblioteca. Voy a tomármelo con calma y he pensado que para serenarme lo mejor es hacer una pequeña cura de "desintoxicación" leyendo microrrelatos. Y los que nunca me fallan son los de Alejandro Paredero y que podéis leer en su blog Las cenizas de Troya. Textos hiperbreves llenos de sutileza, humor, con un estilo impecable y un desarrollo perfecto. Son verdaderas "novelas" que puedes leer en un momento y que seguro no os dejarán indiferentes. Espero que pronto pueda publicar algunos de estos relatos del blog y aquellos que aún no han visto la luz y que he tenido la suerte de leer. Os dejo con alguno.



El abuelo siempre había sido un hombre callado, delgado, duro y nudoso, como hecho de sarmientos. Ajeno a los cambios del tiempo, al frío, al calor, a la lluvia… Aquella sonrisa de satisfacción jamás desaparecía de su rostro. Su sola presencia era cálida y reconfortante, y todos cuantos le queríamos teníamos la esperanza de que estuviese siempre entre nosotros.
Con el paso de los años le gustaba cada vez menos entrar en casa. Se salía al sol y permanecía allí sentado con los pies en remojo dentro de un viejo barreño oxidado. Se limitaba a vernos jugar, impasible, mientras le rodeábamos, nos mecíamos en sus brazos, trepábamos por sus rodillas o nos entreteníamos amasando el barro que se formaba junto al metálico recipiente.
A mí me daba la impresión de que cada dia se hacía más grande, mas estático, mas... frondoso. Sus gestos llegaron a ser ya casi imperceptibles, y solo el viento entre sus canosos cabellos parecía dotarle de cierto dinamismo, hasta que un buen día no volvió a moverse más.
Al oír hablar a mis compañeros del colegio de cómo han ido perdiendo a los suyos, siento una profunda lástima por ellos. Yo puedo decir que, desde que llega el buen tiempo,  cada fin de semana, cada ocasión especial, celebramos las comidas familiares a la sombra del abuelo.

AMANTE DEL ARTE
Se levantó dispuesta, por fin, a dar el paso. Su pequeño y ella merecían algo mejor. Aquel hombre nada tenía que ver con el joven estudiante de arte del que se enamoró perdidamente. Todo comenzó con pequeños fetichismos, en sus momentos más íntimos, haciéndola posar cual su maja particular sin hacer otra cosa que observarla. Disfraces del matrimonio Arnolfini, poco antes de dar a luz, y otras vestimentas derivaron después en pinturas a base de pigmentos naturales con bisontes y escenas de caza por las inmaculadas paredes del comedor. Sus  pequeñas locuras fueron evolucionando. Colgaba relojes de las ramas de los árboles del jardín o se pasaba horas gritando con el rostro deformado entre sus manos.Sus intentos de comunicarse con él eran en vano, y mientras ella intentaba hacerlo entrar en razón, él la miraba absorto con la mano en el pecho. La situación empeoró cuando la semana anterior, al volver a casa,  se encontró sobre la mesa una carnicería a base de trozos de toro y caballo, alumbrados bajo una lúgubre bombilla, y al ir a buscar al culpable de aquella  escena atroz, lo hallase frente al espejo con una oreja cercenada. Había pasado de la preocupación al miedo constante, y no podía demorar más la decisión. El pesado silencio mientras bajaba las escaleras le hizo presagiar lo peor, y al llegar abajo lo contempló desnudo, deforme y con la boca llena de sangre. Movida por el instinto, y sin pararse a contemplar lo que sostenía entre las manos, se fue directa a por su pequeño para salir de allí lo antes posible, pero la cuna, por supuesto, estaba vacía.

18 abril 2015

Arquitectura solidaria

Diébédo Frances Kéré es un arquitecto africano, nacido en Gando y educado en Alemania donde estudió arquitectura. Como en su pueblo no había colegio sus padres lo enviaron a la capital con 7 siete años. Cuando volvía a su pueblo en vacaciones cuenta que las mujeres metían sus manos entre sus ropajes y le daban unas monedas. Ante su sorpresa su madre le decía que estas mujeres esperaban que cuando él terminara sus estudios  volviera a su pueblo para trabajar y mejorar su situación. Y así fue ya que después de terminar en el colegio  recibió una beca para estudiar en Alemania. Se licenció en Arquitectura y volvió a su tierra para crear un colegio. Su técnica de proyección se hizo famosa y ganó el prestigioso premio Agan Kan de Arquitectura. En 1988 fundó una asociación  cuyo objetivo es apoyar el desarrollo de su país conjugando los conocimientos occidentales con las técnicas de construcción de Burkina Faso. Ha seguido ampliando el colegio, ha construido pozos, jardines, viviendas para los profesores, biblioteca, un hospital...hasta un oasis donde cultivan árboles de mango.
Ha recibido numerosos premios por sus proyectos.










10 abril 2015

Última cena de los famosos

Tengo en mis manos un libro que pronto pasará a estar en mi cocina: Muerte a la carta de la editorial Poe Book. El libro es un recorrido gastronómico a través de 50 personajes. El periodista  Eric Frattini rememora con lujo de detalles los gustos culinarios de estos personajes (Cleopatra, Jesucristo, los pasajeros del Titanic, Al Capone, Lennon, Diana de Gales, Michael Jackon...) y además narra sus vidas con anécdotas y datos del personaje o de la época. Y todo esto acompañado con fotos curiosímimas.


La elaboración de la receta corre a cargo del chef Andrés Madrigal (cuyo blog recomiendo), gran viajero y gran conocedor de los grandes chefs,  que adapta la receta teniendo en cuenta la época, las costumbres, el país. En algunos casos el trabajo de investigación ha sido fácil ya que se sabía con exactitud qué habían hecho y qué habían comido esa última noche (caso de los tribulantes del Titanic ) pero en otros la investigación tuvo que ser más exhaustiva ( Alejandro Magno o Mª Antonieta). Muchos de ellos, sobre todo los que conocían su pronto destino, no prefirieron los platos de grandes cocineros sino aquellos que preparaban sus madres como el caso de Freddie Mercury.



En cualquier caso y como dice en el prólogo del libro Juan Echanove: 
"Envenenados, tiroteados, crucificados, ahogados, decapitados, quemados, suicidados, estrellados, ahorcados, degollados, intoxicados, explosionados o electrocutados, lo cierto es sque los 50 personajes que conforman este libro tienen en común el que todos ellos, sin distinción, decidieron comer antes de subir a la barca de Caronte. MUERTE A LA CARTA es un libro histórico de cocina o de cocina histórica, pero sobre todo, es un libro para disfrutar de la gastronomía."













01 abril 2015

Costurero con bote de cristal

Estos días algunos tendréis un poco más de tiempo libre y os apetecerá hacer alguna manualidad que sea fácil. Podéis reciclar algún bote de cristal que tengáis en casa y de paso ordenar vuestro costurero. Sólo necesitáis el bote, un trozo de tela, guata para relleno, un círculo de cartón de la medida de la tapadera y pegamento. Además si tenéis algún imán de esos que se pegan en la nevera podéis pegárlo en el interior de la tapadera para que no se pierdan las agujas.
Mª José, espero que te haya gustado y si lo haces mándame una foto que la ponga en el blog.